ivannazauzich

Argentina es prohibida para los vegetarianos dice una amiga. La verdad es que aunque la carne es un manjar allá (por los cortes y sabor), la oferta de quesos y platos sin carne es ‘tremenda’. Las pizzas, tartas de sal y dulce, pastas, ñoquis, empanadas de masa de harina son parte de la gastronomía local.

Eso sin mencionar los postres como: tiramisú, torta de Brownie, flan de leche, ‘pie’ de limón, manjar (arequipe para los colombianos) y una variedad de más de 30 marcas de alfajores que se venden en cada esquina a unos 6 pesos argentinos (aproximadamente USD 1,5).

Es riquísima la pizza con anchoas que venden en cada esquina de Buenos Aires. Sí, de ese pescadito, sin cabeza, aceitoso y salado que en el 2005 nos dio un susto porque el Instituto Español de Oceanografía señaló que esta especie desaparecería. Esa información se basó en las cantidades de pesca en mares del norte que en 1965 bordeó 80 000 toneladas (t) de anchoas al año; en el 2004 se redujo a 10 000 t y un año después cerró en 200 t.

Menos mal Argentina está en el sur y cuenta con esta especie y el ‘know how’ para preparar pizzas con pasta de tomate, pimiento morrón bañado en aceite de oliva y anchoas. El costo de este ‘snack’ es 12 pesos argentinos por porción (USD 4).

Recomendar que coma carne en Buenos Aires es tan redundante como pedirle que ordene una bandeja paisa en Medellín. Pero si estas fotos le ayudan a animarse, pues ¡manos a la obra!

Y como lo prometido es deuda acá les dejo una receta de una torta de Brownie y merengue súper popular en tierras porteñas. (Ideal para acompañar el café o té de la tarde).

Ingredientes:

100 gramos de mantequilla

150 gramos de chocolate de repostería

2 huevos

½ taza de harina

1 taza de azúcar

500 gramos de dulce de leche (arequipe)

Tres claras y 180 gramos de azúcar para preparar el merengue.

Preparación:

Precalentar el horno a 180 °C y engrase y enharine el molde.

Se ponen los huevos y azúcar en un ‘bowl’ y se baten de forma ligera con batidor manual. Se incorporan los ingredientes y se reserva (poner a un ladito hasta que se utilice la mezcla).

Se corta en ‘cuadritos’ la mantequilla y se pone a derretir en un sartén. Poco a poco agregar el chocolate en pedacitos y derretirlo con una cuchara de madera.

Esta mezcla de chocolate derretido se agrega a la mezcla de huevos (la que dejamos a un ladito ¿se acuerdan?) y se bate hasta que se incorporen todos los ingredientes. Una vez realizado este paso se agrega la harina de forma envolvente.

Agregue la mezcla en el molde y hornee durante 15 minutos o hasta que al introducir un palillo salga limpio.

Desmoldar el pastel. Cuando esté frío unte una capa generosa de dulce de leche. Luego batir las claras a punto de nieve e ir agregando el azúcar hasta que se forme el merengue. Decorar el pastel con esta mezcla y agregar ‘chips’ de chocolate si desea. Póngalo en el refrigerador hasta que sea momento de servir.

Advertencia: con un tintico este postre es la cosa más rica del mundo…

Un tour gastronómico por Buenos Aires (con receta incluida)

Buenos Aires refleja contrastes en cada uno de sus 48 barrios. Por unas zonas sopla un viento revolucionario, en otras una corriente de lujo y más allá un aire de cultura, que identifica a los llamados porteños.

La Plaza de Mayo tiene pintadas en el piso unas pañoletas que representan a las madres que se preguntan qué pasó con sus hijos durante la dictadura militar (1976-1983). Su forma de reclamar esa pérdida es quitarse la pañoleta de la cabeza y ondearla en esa plaza, ícono de la capital argentina. 36 años después aún lo hacen y esperan, con las mismas ansias que el primer día, una respuesta.

A unos metros de allí está un campamento casi indigente, donde acampan ex militares (no combatientes) quienes participaron en la guerra de las Malvinas. Son 400 sujetos que se desempeñaban en el área de cocina, limpieza y otros cargos. Aseguran que no recibieron una pensión y eso es lo que reclaman. Hoy para sobrevivir son artesanos o hacen ‘changuitas’ (trabajos temporales en lo que sea por un poco de dinero) como es el caso de Carlos Herrera.

Ese campamento no es su hogar, pero se turnan para dormir o estar durante el día, jugar cartas, tomar mate, pero sobretodo para, a través de esa protesta pacífica, decir al Gobierno que están presentes y que solicitan una jubilación por su servicio al país.

Lejos de allí está Puerto Madero. En esa zona no hay otra revolución que la del lujo. Edificios de 50 pisos, con vidrios en tonalidad espejo que resplandecen con el sol de la primavera o el verano. Restaurantes donde el precio del menú se triplica, con respecto al resto de la ciudad. También una suerte de puente levadizo diseñado por Santiago Calatrava, un arquitecto español posicionado como uno de los mejores a escala mundial.

Puerto Madero es una ficción como dice una porteña que conocí. Se refiere a que es demasiado lujo y orden en medio de la ciudad, “eso no es Buenos Aires”.

Quizá por eso, esta zona se ganó el apelativo de ‘Puerto Lavado’ porque el metro cuadrado bordea los USD 7 000 mientras que el precio en el resto de la ciudad promedia el 60% menos de eso, indica el vendedor de bienes inmuebles, Mateo Ortolá. En su defensa, y por la de su negocio, este argentino dice que esta zona inició su construcción en 1987 cuando el país pasaba una buena época económica. En el 2001 vino la crisis financiera, el Corralito y “todo se fue a la m… che me entendés”, dice Ortolá.

El resto de Buenos Aires es más terrenal. Muchos cafés, librerías, restaurantes y boutiques. Los quioscos de revistas y periódicos adornan cada esquina, aunque allá los diarios también sufren la crisis del papel, como explica uno de los colaboradores de LA NACIÓN (de quien me reservo el nombre).

La ciudad porteña es un destino obligado por su historia y cultura. En cada esquina se encuentran anécdotas, relatos de injusticias-como en todos los países-, buena comida y sumando todo eso una experiencia que solo se repite regresando a esa urbe.

Buenos Aires, una ciudad de contrastes